Venezuela: Con el agua al cuello y sigue lloviendo

Por estos lados no para de llover. La semana pasada se desbordaron los ríos El Limón, Turmero y Madre Vieja, ubicados en el costero estado Aragua. Las largas horas de lluvias hacen estragos en calles y avenidas inundadas.
La foto de José Manuel D’Oliveira, literalmente con el agua hasta el cuello, buscando a su madre en el sur de Maracay, se viralizó inmediatamente, cuando las lluvias inundaron su casa y luego del susto logró rescatar a su madre sana y salva.
#Aragua | Conoce el caso de José Manuel D’Oliveira, el aragüeño que rescató a su madre de las inundaciones que se registraron en Mata Redonda #15Oct https://t.co/iScKUtRXur
— El Pitazo (@ElPitazoTV) October 15, 2020
Es la imagen que mejor define a Venezuela. Así estamos desde hace rato: con el agua hasta el cuello, casi ahogados. Y sin tabla de salvación a la vista. Cuando algunos creyeron que había llegado el rescatista, lo que hizo fue hundirnos más y ya estamos al borde de la asfixia.
Nirvel tiene 48 años y toda su vida ha vivido en San Juan de Los Morros, estado Guárico, uno de los estados centrales del país. Se quedó sin trabajo durante la pandemia porque la empresa en la que trabajaba no tuvo más insumos y cerró hasta nuevo aviso.
Se convirtió en vendedora de plátanos en su casa y con eso podían sobrevivir ella y su hija. Pero se comenzó a sentir mal un día de agosto. Pensó que era gripe, pero empeoró con fiebre y tos. Pasó dos semanas muy enferma. Su hija de nueve años también se contagió. Se negó a ir al único hospital del pueblo, que es donde hacen las pruebas del covid-19, porque tenía miedo de que la aislaran y tuviera que dejar sola a su niña.
“Además ese hospital está colapsado, allí se muere la gente en la entrada porque no tienen capacidad para atender a tantas personas. Yo no quiero ir a pasar trabajo a ningún hospital”, decía Nirvel, quien pasó tres semanas encerrada en su casa por el malestar que presentó.
Finalmente logró superar el coronavirus. Nunca nadie se lo diagnosticó. Nunca se hizo el test, ni fue al hospital. “Yo sé que era covid-19 porque tenía todos los síntomas. No sé dónde me contagié, quizás fue con algún comprador de plátano que vino a mi casa. Pero bueno, ya salí de eso, gracias a Dios, y mi niña también”.
Así, como ella, hay miles de venezolanos, que han pasado el coronavirus en el silencio de su casa, porque saben que en los hospitales no hay capacidad para atenderles. Ni siquiera hay un test que compruebe el contagio. Algunos lo han podido contar como Nirvel, pero hay muchos que han muerto por diversas causas que les desató el coronavirus. Esas personas no entran en las estadísticas oficiales, según las cuales en Venezuela hay 85.469 contagios y más de 700 muertos.
Jesús vive en Maturín, un estado del oriente del país. Se mudó allá hace cinco buscando un poco de la paz que no tiene Caracas. Tiene cuatro meses sin trabajar, porque la empresa de alimentos donde trabajaba no tiene gas para producir, así que están en paro técnico. El primer mes la empresa pudo pagar los salarios, pero ya no, están a la espera de que llegue el gas para poder reiniciar las operaciones.
6 meses sin gas para cocinar en zonas de Maturin, donde se producen y pierden millones de pies cúbicos por día de gas natural pues la industria petrolera fue destruida como todo el país. Tampoco hay gasolina, alimentos, empleo, medicinas, solo REPRESIÓN y el pueblo RESISTIENDO. pic.twitter.com/OcAGkn23MR
— Warner Jiménez (@Warner_Jimenez) October 15, 2020
Salvador trabaja como taxista y en los últimos cuatro meses ha tenido que gastar mucho dinero en limpieza de inyectores, cambios de bujías y mangueras rotas de su coche, producto de la gasolina iraní que está llegando a Caracas. “Mi único sustento es mi taxi, pero la gasolina es de tan mala calidad que me lo está dañando. No tengo gas en mi casa, no tengo agua, hay apagones todo el día y ahora ni siquiera puedo trabajar por culpa de esa gasolina árabe”, me contó Salvador, que es jubilado del ministerio de Educación.
Pero Nicolás Maduro, que vive en un universo paralelo, desconoce esas realidades y tampoco parecen importarle mucho. El régimen sancionó la Ley Antibloqueo para el Desarrollo Nacional y la Garantía de Derechos Humanos, porque, presuntamente, es una norma jurídica para enfrentar las sanciones de Estados Unidos. La verdad es que es un cheque en blanco para que Maduro termine de atornillar la autocracia tropical a su medida.
La Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela (que tiene tres años electa y ni ha redactado una nueva constitución ni ha aprobado ninguna ley) se olvidó de la pandemia y de la norma que prohíbe reunir a más de diez personas en un mismo lugar para sesionar y aprobar la ley a Maduro con los votos salvados —y duramente cuestionados— de varios constituyentes.
LEY ANTIBLOQUEO.
Muy a mi pesar y confío conciencia tranquila, debo salvar el voto en este caso. Emitiré opinión sobre el fondo en documento aparte una vez conozca el texto. pic.twitter.com/8M1WYQc9JL— María Alejandra Díaz Marín (@MariaesPueblo) October 8, 2020
Además de eso, Maduro anunció que a partir del primero de diciembre iniciará una flexibilización vigilada para reactivar la economía y comenzar a reabrir el turismo (no entendemos cuál turismo ni cuál economía). Para fin de año espera reabrir las fronteras aéreas con República Dominicana, Turquía y México.
El país con el agua al cuello (literalmente) y Maduro cosiéndose el traje a la medida de sus deseos, con la Ley Antibloqueo y la “flexibilización” conveniente en diciembre, por las elecciones parlamentarias. ¿Así, o más cínico?