Gran esfuerzo para que la familia no sufra las consecuencias de la crisis

No cabe duda de que todos los países del mundo sufren las consecuencias de la pandemia de covid-19. El planeta está inmerso en una gran crisis que ha generado un aumento del desempleo, la inseguridad alimentaria, la discriminación de las mujeres y las niñas y la violencia que sufren, el abandono escolar… Aunque esta situación toque a todos, evidentemente, los países más pobres se ven mucho más tocados por estos efectos que otros con más medios.
El confinamiento impuesto en muchos países ha supuesto la destrucción de numerosos empleos. Como en los países africanos las tasas de desempleo son muy altas, las estadísticas señalan que allí ha habido menos destrucción de puestos de trabajo. Pero las estadísticas no muestran el verdadero impacto socioeconómico de la crisis. De todos es conocido que en esta zona del mundo la mayoría de la población trabaja en lo que se conoce como sector informal. Se estima que alrededor del 60% de la mano de obra de toda África subsahariana vive gracias a ese sector, que, como su propio nombre indica, no cuenta con ningún tipo de protección social.
La pobreza extrema, que el Banco Mundial sigue definiendo como el hecho de tener que vivir con menos de 1,90 dólares al día (una concepción, solo económica, muy reduccionista), aumentó en 2020 por primera vez desde 2018. Esto es una clara consecuencia directa de la pandemia. Esta afirmación del organismo internacional significa que, en África subsahariana, entre 26 y 40 millones de personas volverán a caer en esa situación, lo que no ayuda a quitar a África la etiqueta de la región con la tasa de pobreza extrema más alta del mundo.
En este contexto, parece que las remesas que las personas migrantes envían a sus familias que viven en el continente son las que realmente están ayudando a muchos a sobrevivir. Al inicio de la pandemia, el Banco Mundial estimó una caída del 23,1% en las remesas enviadas a África subsahariana, ya que muchos de los africanos que trabajan fuera del continente se verían afectados por la crisis económica y muchos perderían sus empleos (de modo que ya no podrían continuar enviando dinero a sus países). Sin embargo, un nuevo informe de la entidad afirma que solo se ha notado una disminución del 9%. Por eso, se espera que en 2020 las remesas totales a África Subsahariana sean de alrededor de 44.000 millones de dólares, frente a los 48.000 del año pasado.
Esto significa que las personas migrantes, a pesar de lo mal que lo puedan estar pasando en los países donde se encuentren trabajando, a pesar de la posible pérdida de empleo o bajada de ingresos, siguen haciendo un gran esfuerzo para enviar dinero a sus familias, para ayudarlas en sus necesidades más inmediatas, siempre que les es posible.
En la actual situación, muchas de las personas que, por ejemplo, dependían del turismo para vivir o que debido a las restricciones y confinamientos no pueden continuar con sus actividades, consiguen salir adelante gracias al esfuerzo y la solidaridad de aquellos que se han visto forzados a dejar atrás familia y seguridad y a migrar en busca de un futuro mejor.