Conflictos enquistados

Las organizaciones internacionales consideran que en el mundo hay más de cuarenta conflictos enquistados. Una buena parte están en África o sus aledaños. Entre todos, el más viejo, aunque ya nos resulta tan manido que propendemos a olvidarlo con frecuencia, es el que enfrenta a Israel con los palestinos, que siguen reclamando sin éxito la independencia cuyo derecho casi todos les reconocen.
Otro caso bastante parecido es el del Sahara Occidental. Pasan los años y su solución no avanza. De poco sirven las resoluciones de las naciones Unidas y las recomendaciones de arreglo que proliferan más en los ambientes políticos externos que en la voluntad de las partes interesadas. Mientras, decenas de millares de saharauis permanecen recluidos en los campamentos de Tinduf.
Son muchos años esperando sin que se vislumbre un futuro claro para sus demandas. De vez en cuando se produce algún estallido violento, como el que estos días estalló en la frontera con Mauritania, que nos recuerda que ese conflicto sigue ahí, que está costando muchos sufrimientos para los afectados directamente y a Marruecos, mucho dinero para mantener el control del territorio y muchos problemas para su estabilidad.
Dos conflictos concomitantes, también marginales geográficamente de África, aunque no culturalmente, continúan también por el camino de la eternización: son los de Siria y Yemen. Su carácter de guerras internas incluye a otros países que, de una forma u otra, se ven implicados o, cuando menos, perjudicados, como Arabia Saudita, los Emiratos, Turquía, Irak e Irán.
En el marco africano, ahora mismo el conflicto más preocupante es el de Libia, que, tras la muerte del dictador Gadafi, no ha encontrado la paz. La guerra abierta y las guerrillas que actúan por libre en el interior del inmenso territorio ya han dejado un largo rastro de sangre. Los intentos exteriores por lograr un acuerdo abren expectativas de paz, pero no pasan ilusiones que sistemáticamente se ven frustradas.
Prácticamente toda África, donde la conflictividad estaba remitiendo, sufre actualmente la amenaza grave del yihadismo. Este se extiende de forma imparable, mantiene en vilo a las poblaciones y enfrenta la buena voluntad de gobiernos ante la incapacidad material de hacer frente a un enemigo que siembra el terror, extenúa los presupuestos nacionales y divide a los pueblos. Ya son numerosos los países que sufren la amenaza de los islamistas fanáticos que matan y siembran el terror desde unas tesis religiosas que pregonan la violencia como forma de conseguir la expansión de su fe. Mali quizás sea actualmente el más afectado. Gracias a la cooperación francesa no se ha convertido en un nuevo Estadio Islámico de tan triste recuerdo. Nigeria, Chad, Burkina Faso y Níger sufren con mayor gravedad esta lacra, que ha encontrado en la inmensidad del Sahel su refugio seguro.
También existen conflictos enquistados más o menos graves en otros países, como Camerún, República Centroafricana, Senegal, Etiopía, Sudán del Sur y República Democrática del Congo. Sin olvidar otro, enquistado entre dos países hermanos y vecinos, cuya rivalidad visceral sorprende más dado el pragmatismo de sus gobiernos. Se trata de Marruecos y Argelia, que mantienen sus fronteras cerradas y las relaciones reducidas al mínimo.