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Túnez, resistencia democrática

Túnez

Las conmemoraciones del décimo aniversario de las llamadas primaveras árabes han puesto de actualidad la realidad política que como consecuencia se vive en Túnez. Es, en síntesis, el único país árabe donde la democracia ha triunfado y consigue sobrevivir. No ha sido fácil, desde luego. Sus más de cien partidos políticos reconocidos se mueven en un escenario de apenas 163000 kilómetros cuadrados y menos de 12 millones de habitantes. Es el país más pequeño del Magreb, pero a su vez el que ofrece mayores índices de libertad y de respeto a los derechos humanos y a la igualdad.

La democracia tunecina ha pasado en esta década por múltiples vicisitudes de las que la joven democracia siempre ha salido airosa: intentos de golpes de Estado, atentados terroristas, enfrentamientos muy violentos con víctimas y una crisis económica derivada de la caída del turismo –la principal fuente de riqueza con que cuenta–, que propició la incertidumbre y el empobrecimiento durante los meses revolucionarios.

Tras la huida del último dictador, Abadine Ben Alí, estigmatizado por su autoritarismo y la corrupción que le rodeaba, la sociedad tunecina fue víctima de las tensiones religiosas, de las discrepancias entre los islamistas, con derivadas terroristas, y los salafistas. Pero el empeño de algunos políticos pragmáticos y el apoyo de las mujeres que defendieron activamente su igualdad acabó cristalizando en una Constitución bastante satisfactoria. Mientras se desarrollaban las negociaciones para su redacción fueron muchos los que manifestaron su pesimismo, pero al final el proyecto acabó triunfando.

La situación dista mucho de estar plenamente estabilizada, pero muy pocos piensan ya que hay un punto de retorno. A pesar de las dificultades, que no son pocas, la gente está esperanzada con que el ambiente político se vaya normalizando y la economía, recuperándose. Tienen algunos espejos próximos para mirarse y mostrase contentos por lo que han conseguido. La vecindad puede ser nociva, pero también puede enseñar. Puede decirse que Túnez es una isla de relativa paz rodeada de conflictos

Dos guerras, la de Libia –un país que en la práctica se ha quedado sin Estado– y la de Siria, que después de nueve años sigue costando vidas –las víctimas ya superan el medio millón– y sin perspectivas de solución, afectan a la imagen de la recuperación turística que requiera mayor tranquilidad en la zona. Del mismo modo que lo fue estos meses atrás el proceso revolucionario de Argelia y, aunque en menor medida, en Sudán, los tunecinos tienen motivos para sentirse orgullosos de su revolución . Mientras tanto, la imagen de la recuperación de la dictadura en Egipto también es un problema para la recuperación de la normalidad y la convivencia.

Gracias a la influencia francesa y a la ayuda que sigue recibiendo de la antigua colonia, Túnez cuenta con una estructura de Estado moderna, de corte presidencialista parlamentaria, y con un sistema jurídico más adaptado para el funcionamiento democrático. Entre los problemas de vecindad, su frontera cuenta también con el avispero del Sahel, que constituye una amenaza del yihadismo. En cambio, es un país que cuenta con excelentes relaciones internacionales, no sólo en el ámbito árabe, también en el del resto del mundo.

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