El conflicto en el Extremo Norte de Camerún sigue su curso, pero no se habla de él

Ya se sabe que muchos lugares del mundo prácticamente no existen para los medios de comunicación generalistas. El horror, la violencia, la violación de derechos humanos o el conflicto al que se enfrentan sus habitantes, por citar algunos ejemplos solamente, raramente encuentran espacio en las páginas de los periódicos o en los informativos de radios y televisiones. De otros sí se habla, aunque esporádicamente. La diferencia parece estar en que los segundos afectan a la seguridad de Europa y, por tanto, a la de España. Por ese motivo hay tropas europeas y españolas desplegadas en esas zonas, como puede ser el caso de Malí.
Entre los conflictos inexistentes podríamos incluir los dos que se viven en Camerún: el de las zonas anglófonas del oeste del país y el de la región del Extremo Norte, donde Boko Haram hace estragos entre una población abandonada de todos y atrapada en las montañas. Es una tautología repetirlo cuando se habla de estas situaciones bélicas, pero la mayoría de las víctimas son civiles que se encuentran encajonados entre los varios bandos enfrentados.
En las últimas semanas, hombres armados afiliados a Boko Haram han asaltado diversas ciudades y aldeas del Extremo Norte de Camerún, región limítrofe con Nigeria. Especialmente en la zona de Mayo Tsanaga y Mayo Sava. Cada vez son más frecuentes estas incursiones. En 2018, la intensificación de la presencia de las Brigadas de Intervención Rápida (BIR), grupo de élite del Ejército camerunés, originó una disminución significativa de la actividad del grupo terrorista en el territorio. También la presión de las Fuerzas Armadas nigerianas al otro lado de la frontera contribuyó a ello y a una especie de desbandada de los yihadistas. Sin embargo, algunos grupúsculos de combatientes encontraron refugio en las montañas que dominan la región. Desde allí podían lanzar ataques esporádicos sobre algunas aldeas en busca, principalmente, de alimentos, en lo que parecía más una actividad propia de bandidos luchando por su supervivencia.
Sin embargo, aquella presión militar no duró mucho. Pronto los terroristas se reagruparon con más fuerza incluso que antes. En el norte de Nigeria, iniciaron una campaña de ataques sobre posiciones militares y control de grandes zonas de territorio. Al otro lado de la frontera también se intensificaron los ataques y, desde entonces, no han cesado.
En Camerún, desde 2013, año en el que se produjeron las primeras acciones de los terroristas, se han registrado más de 5000 muertes, según algunas organizaciones locales y al menos 600000 personas se habrían visto obligadas a abandonar sus hogares y buscar refugio en otras partes del país; muchas veces en casas de familiares o amigos, las más afortunadas, y otras, acogiéndose a la buena voluntad de los habitantes de aldeas más seguras que les permiten levantar construcciones temporales a la espera de que la situación cambie pronto. Cosa que no parece que sucederá.
Algunas comunidades más expuestas han optado, por ejemplo, por enviar a los niños y a algunas mujeres a zonas más seguras, mientras los hombres y los jóvenes siguen en el pueblo intentando continuar con sus actividades agrícolas y ganaderas, de las que depende la supervivencia de la familia.
La población del Extremo Norte camerunés dice haber perdido la confianza en las fuerzas de seguridad y se siente abandonada por el gobierno. Solo confían en los comités de vigilancia formados por grupos de voluntarios de las aldeas. Gente que conoce la zona y que la patrulla armada con flechas y garrotes. Son ellos los que dan la alarma cuando detectan la llegada de los terroristas, así la población, al menos, puede huir. Sin embargo, los habitantes de la aldea de Mozongo no tuvieron el tiempo para salir corriendo. La semana pasada, los yihadistas les sorprendieron y asesinaron a 12 personas, incluidos niños, antes de saquear y quemar la localidad.