Seamos visibles

“Somos invisibles”, me confesó un vecino del Rodeo Alto hace unas pocas semanas mientras dábamos un paseo por este barrio lagunero. Se refería a que, en el marco de los procesos de acogida temporal de personas migrantes que se están produciendo en Canarias, las vecindades de los entornos en que se han activado las instalaciones habilitadas, han sido olvidadas o escasamente consideradas en relación con la toma de decisiones institucionales que promovieron su apertura. Y esas comunidades, está claro, no deben ser convidadas de piedra en las circunstancias actuales.
Estos procesos casi siempre irrumpen en su normalidad, incorporando elementos inesperados a su cotidianeidad, les generan incertidumbres diversas y hasta efectos adversos en su salud en sentido amplio. Les desgastan y distraen de sus ocupaciones habituales en muchos casos y hasta de sus rutinas más apreciadas. Alteran su vida, para entendernos. Una nueva realidad llama literalmente a su puerta, para la que no siempre estaban preparadas a nivel individual y colectivo.
Al no ser bien informados y sobre todo consultados con antelación a la toma de las decisiones fundamentales, no han podido ser resueltas determinadas carencias que se convierten con el devenir del tiempo en importantes obstáculos y hasta motivo de conflicto, que socavan incluso su positiva disposición a ser parte de las potenciales soluciones. Ha faltado, sin duda, esa indispensable y hasta cuidadosa consideración previa, que han tenido que enjugar en parte las municipalidades.
Algunas cosas habrían sido distintas, probablemente, si la adecuación de los espacios de acogida hubiese contado con acciones de encuentro e interacción previas y planificadas con las comunidades locales de El Lasso, La Isleta, Rodeo Alto o Las Canteras. Y es que, el cuidado de la dimensión comunitaria es fundamental, tanto ahora como en el futuro próximo y a más largo plazo, sobre todo si deseamos cambiar este modelo de acogida por otro de escala humana, mucho más inclusivo y enriquecedor —dentro de lo que cabe— para todas las partes.
Con todo, son tan discretas —de cabales e inteligentes— nuestras vecindades, que en algunos lugares ya se habla incipientemente de “oportunidad”. Oportunidad para aprovechar estas irrupciones y convertirlas en procesos que contribuyan nuevamente a tejer comunidad, a recomponer lugares donde, tal vez, las relaciones sociales se fueron debilitando con el paso del tiempo y los objetivos y aspiraciones compartidas también.
Sin embargo, para que realmente todo esto suponga una oportunidad, todos y todas deberemos aportar, cada cual en su justa medida, desde las personas que temporalmente están acogidas —cabe pedirles un esfuerzo más—, aquéllas que les están ayudando y son solidarias con su destino, las que tienen la misión de protegerlas y cuidarnos, las organizaciones que deben ocuparse de velar por sus derechos y las que atienen a su bienestar, junto a las administraciones públicas en sus diversas escalas. Aportar para construir dialogando, aunque sea con bastante o algo de retraso en algunos lugares.
Cuanto más tiempo lo dejemos de lado, más se agotará la reserva o ventana de oportunidad. Debe ser una tarea más que inmediata y todavía nos faltan piezas para completarla. Ahí será clave el papel de los ayuntamientos, siendo esencial que sean apoyados desde distintas instancias, para afianzar las estrategias e iniciativas que vienen desplegando con el objetivo de contribuir a la mejor organización comunitaria que encuentre el camino de las oportunidades antes citadas.
Y en esa nueva responsabilidad deben implicarse cuantas más áreas municipales —y cuantos más ayuntamientos— mejor, porque seguro que los retornos y aprendizajes será importantes. Y los destrozos, menores. Como ahora se suele decir, “no vale ponerse de perfil”, aunque todo esto no nos guste y seguramente será así en buena parte de los casos. Grandes, medianos y pequeños aportes son fundamentales para avanzar hacia la definición de ese otro modelo sugerido, acorde a nuestras particularidades y posibilidades.
Ojalá no hiciera falta, pero las evidencias nos dicen que la realidad es tozuda y que las migraciones humanas constituyen y continuarán suponiendo un elemento estructural de nuestra propia existencia. Y que Canarias está donde está, por lo que, continuaremos manteniendo un relevante papel en el tránsito migratorio hacia la parte continental de Europa, con mayor o menor intensidad en cada momento. Esto ha ocurrido y con más intensidad en el pasado, siendo previsible que se siga reproduciendo hasta que no se resuelvan sus causas más profundas.
Un nuevo modelo de acogida construido desde la experiencia local
¿Qué hacemos entonces? Pues prepararnos bien para ello, a través de la concepción de un sistema de acogida flexible, polivalente en los espacios habilitados, convenientemente repartido por el archipiélago. Sistema en el que cada uno de sus protagonistas desempeñe el papel más adecuado, desde la corresponsabilidad necesaria para gestionar este tipo de estancia que de manera preferente debe ser temporal. O definitiva para las personas que podamos recibir e incorporar con todas las garantías, que serán siempre muchas menos que las que, con fortuna, logran llegar y en su mayoría desean continuar un periplo migratorio inacabado.
¿Y cuándo se supone que debemos comenzar a pensar en esto? ¡Pues ya! A pensar, a diseñar y a actuar, colectivamente, porque el tiempo pasa y las soluciones provisionales se van convirtiendo peligrosamente en definitivas, sobre todo si no hay más propuestas cabales y también viables sobre la mesa. En este proceso será fundamental trabajar con las comunidades en el marco local, e incluso, conocer el punto de vista y compartir la experiencia de las personas que son protagonistas del tránsito migratorio.
El ruido presente es a veces ensordecedor, pero no debemos resignarnos a que se nos dibujen más soluciones. Como ya dijimos hace tiempo, desde aquí podemos aportar conocimiento, experiencia y seguramente recursos propios, para definir propuestas que están en consonancia con nuestras posibilidades —e intereses también—, pensando en que debemos aspirar a concretar esas oportunidades que vecinos y vecinas de los actuales barrios concernidos están comenzando a entrever.
Debemos ir incorporando el resto de actores e ingredientes de calidad, de cara a definir las mejores acciones y apoyar la formulación de las mejores decisiones para todas las personas implicadas, las que aquí ya estábamos, las recién llegadas y las que están por venir. Apostamos por el desarrollo de estrategias que integren y puedan beneficiar a todas las partes, ahondando en la visión intercultural que aporta ideas de interacción positiva, respeto a la diversidad e igualdad entre las personas.
También en el enfoque comunitario que nos invita a trabajar colaborativamente con todos los protagonistas y en el marco de los derechos humanos. Y en la corresponsabilidad que desdibujará incomprensiones y rebajará incertidumbres innecesarias y hasta dañinas para nuestra salud y convivencia. Perspectiva que debe trascender a ésta, esperamos, etapa transitoria, e instalarse de manera definitiva en nuestros vecindarios como fórmula más adecuada para enfrentar y resolver distintas complejidades.
Acabo como comencé, recordando el preocupante “somos invisibles”, pero, también, el deseo que vino después: “cada día que pase sin lamentar mayores problemas, es un día más que avanzamos para sacar algo positivo de todo esto”. Les invito entonces a sumar para que ocurran muchas cosas positivas, a hacernos cada vez más visibles y partícipes, consciente de que la situación sigue siendo bastante compleja y pasará todavía un tiempo antes de resolverse de manera satisfactoria para todas las partes implicadas. Estoy convencido de que nos puede ofrecer muchas claves para mejorar, individual y colectivamente. Ya está pasando y lo necesitamos.
Epílogo: El Pleno del Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna suscribió un acuerdo por unanimidad de todas las fuerzas políticas representadas el 24 de febrero de 2021, cuyo punto número 17 señala el objetivo de “Reforzar los procesos comunitarios y de mediación intercultural necesarios para el abordaje de los espacios de acogida y su entorno vecinal”.
Imagen: Trenzado de la valla que rodea el antiguo acuartelamiento de Las Raíces en el Rodeo Alto, San Cristóbal de La Laguna, Tenerife.
Artículo inspirado en la aportación realizada en el marco del encuentro ‘Emergencia Canaria: Migración y respuestas entre la población’, promovido el 22 de febrero de 2021 por la Academia Ciudadana Lagunera.
(*) Vicente Zapata es geógrafo y profesor titular de la Universidad de La Laguna, director del Observatorio de la Inmigración de Tenerife y de diversos proyectos de innovación social. Emprendedor social de la Red Impulsores del Cambio promovida por la Fundación Ashoka.